miércoles, 14 de octubre de 2009

La fábula de Ramón y el hijo del fontanero*

A Ramón, un músico, o no, se le ocurrió que podía cobrar cada vez que sonase públicamente una canción suya. ¡Qué gran idea! dijo para sí mismo, así trabajaré una vez y, cada vez que alguien escuche ese trabajo yo volveré a cobrar: ¡Será un trabajo por el que cobraré año tras año!. El hijo del fontanero, que conocía a Ramón pues habían nacido en el mismo barrio, al escuchar el negocio que pretendía hacer su amigo tuvo otra idea, aun mejor que la de Ramón. Resulta que su padre, el fontanero, había montado todos los retretes de los bares de su barrio. Los dueños de estos locales estaban encantados con la profesionalidad del fontanero y con su capacidad para ubicar las piezas en unos cuartos de baño tan pequeños: no cabía duda, había sido un trabajo original y único. Fue así que pensó el hijo del fontanero que su padre debería de cobrar cada vez que se usase aquel trabajo tan bien realizado, es más, a la muerte de su padre él, como único heredero, debería de seguir cobrando por el uso público de aquellos retretes, no en vano, la gente que utilizaba los baños públicos no instalaría en su casa baños propios por lo que los profesionales de la fontanería perderían dinero... Fue así como el hijo del fontanero, al igual que hacía su amigo Ramón, fueron bar por bar pidiendo dinero a sus dueños por el uso público del trabajo del fontanero y del músico. Con el tiempo, el hijo del fontanero vio como a él no le daban absolutamente nada mientras que a Ramón le llenaban los bolsillos...

MORALEJA: LA PONES TÚ.

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*Se preguntarán que porqué es una fábula, si las fábulas están protagonizadas por animales... pues eso.

1 comentario:

  1. Yo pagaría por cagarme en Ramón y le compraría la música al fontanero. Seguro que uno aprendía una lección de humildad y el otro llegaría a final de mes.

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